viernes, 6 de mayo de 2011

Vértigo

Imagínate frente al vacío. Parado al borde del precipicio, la mejor vista del paisaje, muy abajo, pero siempre lejos; imagínate el viento en tu cara, frío, en ráfagas; las nubes pasando a gran velocidad, casi al alcance de tu mano. Imagínate un cielo con un azul intenso y a lo lejos el sol que se empieza a esconder en un mar que sólo imaginas.
    Imagínate que alguien te venda los ojos y te da la mano. Te invita a caminar así, sin ver y de su mano, por la orilla del precipicio. Lo piensas, sientes el miedo de imaginar la vista directamente hacia abajo. Tu estómago siente el vacío a sólo un paso, pero no te importa, porque vas de su mano y eso te mantiene en equilibrio.
    Imagínate que caminas con los ojos vendados, sintiendo el viento frío en la cara, las ráfagas que te avisan que apenas a unos pasos se abre el precipicio. Sientes el miedo ya no sólo en el estómago, que más que sentirlo, se ha convertido en el vacío. Imagínate que tus pasos dejan de ser seguros, que apenas te atreves a dar uno, luego otro, cada vez más cortos; pero no te importa, porque vas de su mano y eso aún te mantiene en equilibrio.
    Imagínate el vacío, cuando abres los ojos y no hay venda, ni azul intenso, ni mar imaginado. Imagínate el vacío, cuando no ves su mano y no sabes hacia dónde está el precipicio.

Juan Manuel Ruisánchez Serra.
Aubin Arroyo. Vancouver.