jueves, 28 de abril de 2011

Corazón

Otra vez me despierta la alarma del despertador, otra vez me despierto sin haber descansado lo suficiente, otra vez sueño cosas que me dejan alterado, otra vez me siento cansado al despertar. Y, sin embargo, hoy me despierto distinto, me siento diferente; no sé cómo ni en qué, pero entre el sueño disipándose y la alarma que aún no apago me doy cuenta de que algo cambió.
    Apago la alarma y salgo de mi cama. Al quitar las sábanas, sale volando algo por encima de mi cama y se estrella contra la pared. No alcanzo a ver qué era, pero los pedacitos en los que se deshace caen al suelo en un silencio que no se corresponde con la violencia del estallido.
    Inmediatamente me llena una tristeza profunda, pesada, densa. No alcancé a ver lo que voló por los aires, pero su pérdida es demasiado para esta mañana; esos pedacitos insonoros me llenan los ojos de lágrimas que lloraré en otra ocasión. Es como si llorara al revés, como si se me fueran metiendo las lágrimas, llenándome por dentro, no al revés.
    Recojo los pedazos, uno por uno hasta tenerlos todos. No tiene sentido intentar pegarlos, porque no sé qué forma deben tener. Los miro con tristeza, como si algo hubiera acabado ahí. No quiero pensar nada, no quiero suponer, no quiero inventar. Guardo los pedazos todos juntos en una bolsa y en un cajón. Me voy a preparar café sabiendo que algo cambió, que hoy algo es diferente.

Juan Manuel Ruisánchez Serra.
Aubin Arroyo. Ensenada.